En su reciente visita a Chile quise escuchar a Francisco -suspendiendo mi opinión crítica hacia el papado y la jerarquía católica- buscando encontrar trazas del Jesús que, en su día, me cautivó, al punto de creerme “llamado” a ser pastor de su iglesia. Y apareció esa frase que condensa estos diez años desde que concluí la formación sacerdotal para luego dar un paso al costado: la mayor tentación es quedarse masticando la desolación, eso nos envenena el alma.
“Aquí estoy señor, para hacer tu voluntad” ¿alguna vez dije esta frase con convicción, con conciencia? ¿la diría hoy?
Cuando el entusiasmo me movía a seguir a Jesús por los senderos que él quisiera, ¿era mi emocionalidad la que hablaba?, ¿era pretender una validación humana? Para mí era el Amigo mirando mi rostro con amor, con dignificación; Jesús me viste hermoso, limpio, perdonado, misericordiado; me miraste y derramaste espíritu santo, el río-caudal de agua viva que despertaba ese cuerpo vencido, regenerando cada célula, me restableciste, me incorporaste al mundo de la vida y me llamabas para compartir tu Buena Noticia... Sensación, reduje todo a sensación, a ella me aferré y cuando se esfumó me diluí con su espuma.
Desapareció el bello noviazgo, volví a ser solo. Desapareció la escuela de amor que iba siendo el seminario, volvió el juicio inquisitivo. Desapareció la certeza del llamado, volvieron los fantasmas de la incertidumbre, de las trampas mentales. La tienda del Encuentro que reordenaba mi mundo, se convirtió en una matrix dándome un cebo ilusorio para luego dejarme caer... la inercia de la desolación
Conociendo los claroscuros de la iglesia creí que podría aprehender su riqueza y derruir los anquilosados muros; y no pude, no pude porque mi construcción propia ya era conscientemente endeble. Pero en mi debilidad estaría mi fuerza -decían- y ese fue el pequeño andamio que me sostuvo hasta el final de esa formación, aun sabiendo en el fondo, que no sería capaz y me saldría para “ser libre”.
¿Esa libertad qué significó? Ver con apabullante vergüenza que era un pollito inmaduro, que no tenía nada hecho como hombre adulto; 33 años y era un niño saliendo al mundo real: aprender desde cero a trabajar, a sostenerme en la base de la pirámide, pagar cuentas , alimentarme, llegar a fin de mes… sincerarme en mis afectos, salir del clóset… ser parte de la vida sin tiempo, de todo adulto… esas vidas cansadas que en otros tenían motivos que los empujaban a dar más: sus familias ¿y yo? De pololo en pololo, pegas monótonas para ganar lo básico… y de reojo, ver que mi vida se pierde, que soy un número más, que no brillaré, que no lograré nada… rumiar la desolación.
Aquí me tienes Jesús, quimera, pretensión de amistad. Perdí la fe, no sé dónde quedó. Emerge el recuerdo, el tiempo del misionero convencido compartiendo el mensaje del Jesús liberador, el que sana y levanta los brazos caídos y cansados..
Justo leo un estado de facebook: Perseverar es el deseo que tiene Dios para nosotros; la palabra de Dios nos habla de una promesa. "El que persevera ese se va a Salvar", es decir, que si caminamos a pesar de todo lo adverso, Dios nos ofrece una salvación y nos mantendremos en ese camino de sanación, ya que "salvar" y " sanar" tienen el mismo significado.
Que Dios nos dé esa gracia de perseverar: "Señor Jesús dame la gracia cada día de perseverar" (Jaime Silva misionero de la renovación carismática)
No puedo decir que he perseverado Jesús, pero sí lo puedo decir de ti -a renglón seguido me apeno porque no lo digo convencido, no sé si creo, no creo estar hablando contigo, sino con el holograma que me compré como buen niño esponja en tiempos pretéritos...
Se requiere aquietar el espíritu para escuchar algo más que el ruido ambiental, la saturación diaria.
Señor, no me pides fe pura, al 100% o al 90 o al 30… me pides la mano disponible, sostenerme en ti, en tu gracia, navegar sabiendo que en mí nunca la certeza cien, que en mi duda, inseguridad, decaimiento crónico, pecado... ¡tú me amas! Tú confías en mí, me sigues mirando con el mismo amor, tierno, vivaz, respetuoso, esperante, expectante, abracible.
¿cómo va la vocación? -me preguntó de improviso mi pastor el otro día (ahora soy luterano)- Cuál vocación le decía yo, duerme , quedó enterrada o algo así respondí. Pero algo en su prédica respecto al bautismo me quedaba dando vueltas: esa marca de Dios que no se borra aunque uno la niegue y rehuya… Desde siempre este "amigo imaginario" como le dicen los ateos, en distintas situaciones me ha dejado tocar su costado palpitante, percibir el susurro que llama: suelta amarras, confía, ama, recibe, dona, hazte prójimo...
Discernir una vocación, más que ponerle un título, es hacerse consciente de los aprendizajes que trae la vida en sus avatares, el hombre y mujer que nos vamos constituyendo, con nuestros dones y pifias para desde allí ponerse al servicio. Me propongo -e invito a quien lea- en este tiempo de cuaresma recoger la savia que ha dejado la historia y el paso de Dios en nosotros para reconocer los pasos a seguir; disponer la lámpara para que con su Espíritu seamos "llama de amor viva" "fuegos que encienden otros fuegos"
(2007 último año en seminario "San Fidel". Mis tres compañeros Fernando, Ariel y Miguel son hoy buenos curitas, mientras yo, un buen "colita" jaja